Alejandro Pérez Guillén

By | martes, octubre 14, 2014 Leave a Comment

Alejandro Pérez Guillén
14 Poemas





De: Sueños de hadas sin hada madrina (2003)



LA MEMORIA DEL PAPEL

La memoria es un otoño parcialmente quemado
que deja caer las hojas del tiempo
barridas por la escoba del levante.

He asistido al entierro de tus antepasados
con el luto imberbe de la palabra
y con la lasciva concubina de las noches solitarias,
esponja arrellanada en el lecho de la muerte
que mulle el corazón de la inteligencia
embriagado por el licor carnoso de las uvas,
que enciende la sal de las caricias
extrayendo el racimo del pasado.

La memoria del papel resucita
mi juventud de plata recién estrenada
que retoma el cangrejo de los días pretéritos,
memoria clonizada e inmortal
donde el asfalto de la experiencia
devora las calles y las migajas del recuerdo.

En mi casa he oído el estertor del tiempo
derramarse en el folio como laurel de carne.
En mis versos me he visto nacer
articulando mis primeros sonidos.

He despeñado el coche de la memoria
por el barranco del tiempo,
como el pájaro de Dédalo cazado
en las aguas de una poesía azul,
donde arrojo las piedras
de veinticinco años de verdades.

He buceado entre páginas ajenas
para hallar mi propia identidad
acomodado a dormir contigo.

He perseguido el tren de mi destino
perdido en cualquier andamio de albañil.

Y he apagado la pequeña pantalla
apurando mi último verso en un mesón
donde se licuan los pozos de la memoria
expuestos a la canícula del verano
para que los rayos del olvido
no asoleen sus lagunas.




MI CASA
A mis padres y hermanos

El agua, sonrisa disfrazada entre el sol y la planta,
recorre los carriles sin asfaltar de los arriates
en la pupila de sus lágrimas
e imprime sueños de botellas vacías y trastos apilados
en la nostalgia festiva de un garaje.

La vida se debate entre rosas,
geranios, jacarandás, adelfas, jazmines...
y una hiedra trepa por las escaleras
llamando a la puerta.

Corre silenciosa por el pasillo de los versos
hasta alcanzar la cocina
donde una madre echa horas extras
sin premio alguno.

Atrás queda esa cocina de sudores maternales
enjugados por el húmedo cariño de la ducha
dentro de un cuarto de baño convertido
en biblioteca de obligada lectura para algunos.

En el salón navegan barcos de papel
sobre el carnaval de la poesía,
siestas de tarde tras el café de los sueños.

También en el salón
los espíritus de las musas visitan
la pluma juvenil de una hermana sumergida profundamente
en las ondas cenicientas de la pequeña pantalla
y en la lectura de libros contemporáneos,
mientras dos ramas científicas se enredan
en las páginas inciertas de los estudios
para desenredarse en las telarañas de la vida.

He querido en mi casa
plantar de palabras
la semilla blanca del papel.



EL ÁRBOL DE LA VIDA


La tierra guarda en sus entrañas
la semilla humana de un dios desconsolado.

Raíces de carne bostezan
en el suelo alargado de brazos
bajo el llanto de la soledad
y un tallo momentáneo
despierta inmaculado
entre los rayos del sol.

La tarde se corona entre guirnaldas de ramas
suspendidas en el umbral de los años.

El verano se despide
ante la carcajada soleada de la lluvia.

El otoño de las hojas danza en el aire
arrancando a la noche
la corteza de estrellas,
arrancando a la muerte
la corteza de vida
hasta dejarla desnuda,
arrancando al árbol
la cáscara del hombre.

En un día o en un año,
- que más da -,
se creó al hombre
entre luces y tinieblas.



MODO DE ARTICULACIÓN


El abecedario desprende un gemido
de consonantes y vocales
y unas cuerdas solitarias desgarran
melodías susurradas por la palabra.

Entre vocales nada la memoria fugitiva
de unas grafías consonánticas
que se sienten esclavas
en la cárcel del sonido,
como una manzana hambrienta
de un niño sin dientes.

Las oclusivas explotan
en la orilla seca del viento,
igual que un juego de petaca
en el humo borracho de una bodega.

Las fricativas acarician el paladar del vacío
y el clamor de las olas que se oye
en la ventana de los labios,
como una suave brisa
se clava en la arena
para decirnos algo.

La soledad de las africadas nos recuerda
un naufragio de fonemas
en el mar de la nostalgia
con un único superviviente.

La “erre” vibra entre aplausos sonoros
en el lateral de la “ele”
y la “hache” intervocálica
oculta una carcajada muda
en la misma cara del silencio.

La poesía es una orgía de palabras
en el baile festivo del sonido
y la palabra es la idea grabada
por el aire fresco del lenguaje.


POESÍA AZUL

Las lágrimas de la poesía
tejen versos salados
en la arena de la playa
y las palabras mojan sus perezosos pies
en las hojas espumosas del mar.

Las sílabas nadan entre columpios de agua.

A la orilla de los sueños
una idea me salpica la cara
y con la furia de la marea
rocosas olas pulen
la fértil piedra del estilo.

Los fuegos artificiales de la tarde
se entretienen con la luna
y la noche del océano dibuja estrellas
en las ondas cenicientas de mi musa
donde la pluma llora con tinta negra
robada de los pulpos.


La poesía es la historia acuática
de un mar inhóspito
y el mar es una poesía azul.



LA PIEDRA
A Manuel Martín y familia

Hoy en día
el alma es la memoria de las esencias
asesinada brutalmente por el efímero recuerdo
de unos huesos con dos fechas,
lápida que el tiempo
pretende arrebatar a la piedra
sin conocer su paciencia infinita.

Ella se viste desnuda y casi esquelética
para que la flaca envidia muerda y no coma,
como mordía la sátira mordaz de Quevedo.

Ha renunciado a la juventud de la rosa
sabiendo a ciencia cierta
que estaba matando
la cierta ciencia de la muerte.

Y aparece inmóvil, estática.
Quizá la vida no consista en un ir y venir,
sino en un estar pasivo
como clama  la roca.

Tumbada irónicamente se deja acariciar;
al igual que las manos,
palpa todas las sensaciones
para finalmente verse vacía.

La oropéndola se queda colgando,
con hebras de espanto o lana,
en las ramas horizontales del viento.

El viento sabe leyendas lejanas y ajenas
y la piedra sabe más
por vieja que por sabia.

La didáctica de la roca
no deleita ni entretiene,
pero instruye la doctrina de la rosa:
Que una muerte debe ser recordada por el alma,
que las olas de la vida deben suicidarse
en las nalgas de las piedras.




HOMO LUPUS HOMINI

A Mané por sus Verdades a medias.

Mané salpica las páginas del corazón
con la lítote mentirosa de verdades a medias,
bajo el dilema de sobra conocido
de si la botella está medio vacía o medio llena.

Las olas autobiográficas del diluvio universal rompen inspiradas
en el bosque tradicional de Caperucita Roja,
donde duermen clandestinas
en el último rincón de la memoria.

El despertador de la mañana cacarea,
mientras el sol se quita su camisón de estrellas.

Caperucita Roja hace la cama
antes de tomarse un descafeinado
de palabras para desayunar
que cristalizan el saldo de la vida
donde prima la ley del más fuerte.

Su madre vuelca furiosamente
el monedero sobre la mesa sucia,
como lágrimas sobornadas
por la mudanza a una casa desconocida.
Se hospedan en el hotel del supermercado
a cambio de una botellas de licor
y unos discos de música bacalao para la abuela.

Preparada para llevar la correspondencia
refugia la mirada indiscreta de la habitación
en un cesto desocupado de ojos,
donde asiduamente madura el latrocinio del tiempo.

Caperucita no sabe que los héroes ya no existen,
que las falacias del lobo apenas respiran,
que la historia es irrepetible.

Telefonea a su ángel de la guarda
y acude a la cita de la tarde
en la selva depresiva de los sueños.

Después de tantos años,
el pecado de las sirenas salpica pavesas de fuego
inmunes al extintor de las noches solitarias.

La abuela firma un testamento
de inmortalidad que cumple 66 velas
y corre a la taberna de turno
a dilapidar el sueldo de pensionista.

Cupido nos dispara una flecha de esponja y de colchón
que nos lleva al final de la partida
en un lecho de calles deshabitadas,
donde el lobo y Caperucita se entregan
a las caricias de las sábanas.

Brindemos con el licor carnoso de la luna
el monótono bacalao de los versos
de un joven poeta
y soplemos al levante del estío:

Homo Lupus Homini.


De: Monedas de papel (2006)


ATLAS
A Ana Belén Lozano León

Tu desnudez no se acota
en los relieves de un atlas,
sino en la memoria dactilar
de mis dedos, en la sed
de mi lengua trepadora,
en el eco borracho de un beso.

Si pudiera entretenerme
con las horas del pasado,
al abismo de tus ojos
me habría lanzado,
al abismo de mis miedos
esperando a que me mate
o abriendo una puerta
donde de nuevo morir.

Que ésta sea la última
habitación en la que me encierro.
Cansado estoy de tirar
puertas y puertas al suelo.

Déjame entrar en tu cuarto.
Jamás salgas a la calle
y me dejes con ese barato
perfume que huele a recuerdo usado.

Por favor cierra los ojos
y quédate ya conmigo.


EL RÍO DE LA MEMORIA
A Ana

Cubriste de blancos olores
la azul soledad de mis sábanas.
Te reíste como la lluvia
en el tímido arco iris
de una sonrisa.
Fueron notas sueltas de una canción
que suenan en el pausado vaivén
de una hoja libre;
recuerdos ya dormidos
en la cuna del viento.

La nostalgia se sube a la cabeza
como resaca de domingo.

Las primeras risas se escuchan
en el estío
siempre que el cascabel de la corriente
muerda las rocas a su paso.
El río de la memoria gatea
por el dormitorio vacío
y gotean las horas
en el silencio.
Nuestros cuerpos sudan desnudos
al amarse desesperadamente
y el deseo se enreda
entre las ramas del manzano
para morder la sierpe del pecado.

Y gota a gota
el fuego de mi boca
se me hace agua en tus labios.

Los sueños se quedan helados,
cual pirañas de nieve,
muertas de amor,
en el fondo de un vaso.

Me quedo con los miedos
de estar contigo.
Reniego la paz de estar solo.

Es un pájaro el corazón
que se quema las alas con el fuego.              


EL SECRETO DE LA ARENA


La luz de un nuevo día se aproxima.
De nada sirven ya las negras máscaras,
de nada bajar sirve
la persiana solar de la mañana
para simular de nuevo
una noche desbocada,
sin dos bocas que se besen
bajo el cómplice guiño de la luna,
con el grito asustado
de una existencia más que cotidiana.

En la sonora lejanía lloran
olas borrachas de marea tímida
acariciando ya la luna de tu vientre
como un columpio expuesto
sí a la niñería de unas manos
para preguntarme hábil,
casi ahogada la esperanza núbil,
si alas de pestaña alguna vez tendría
ese perdido amor
en el mar de tus ojos.

A lo lejos un cuerpo
tumbado en una toalla
a pierna suelta duerme.
Cuando los sueños se deshacen solos
en esa hospitalaria palma de vida huérfana
como un azucarillo
que el amargor le quita
al café azul de los descalzos días,
despierto tomo yo un descafeinado
y regreso otra vez a la alba playa
para así preguntarme:
¿Conoces el secreto de la arena?
Es tu pelo hecho grano
para jugar en la dormida orilla.


LOCUS AMOENUS

Me despierto sudando
en una cama durmiente y desierta,
solo entre sábanas de carne ausente,
de olivo y de caricias,
donde el olvido juega
a recordar con la memoria muda,
cara y cruz de un amor,
tímido y oculto bajo la fragancia
de rosa del deseo.

Tú ya no estás conmigo,
pero ¿acaso eso importa?
Tu fantasma tiene frío
de soledad y sombras
y se cubre la cara con el sueño
de una manta de gritos.

Mientras tanto, suspira la almohada
por tu ausencia.


CUESTIÓN DE FE

Así reza el refrán:
Desafortunado en el juego,
afortunado en el amor
y a mí será porque no fumo
que la fortuna nunca me sonríe
y echo de menos la excusa del cine,
la caracola alegre de tu risa
y la sonora guitarra sin cuerdas
de tu cuerpo. No creo en los refranes
y, sin embargo, creo en ti.


EL NIÑO

Si amaneces conmigo
es porque todavía sigo siendo
ese niño incapaz
de negar el amor.

Recoge los despojos de la guerra
y no dejes que el niño se nos muera.
Trágate el humo de esos cigarrillos
y no apagues ni loco las cenizas,
así entre las llamas
crepitan los recuerdos.
Son verdades de fuego
las que canta mi boca.

El hombre en sus narices
no huele el tacto, ni oye
la caricia del beso.

Enciende una fogata
con el árbol caído.
Sacúdete el otoño
de las hojas al viento
y que la tarde, como sueño en fuga,
descanse entre los brazos de la noche.
Duerme bajo el olvido de la nube
cuando el sol esté dispuesto a pintar
colores y arcoiris.

La oscuridad se apoya en la mañana
y el alba trepa por la enredadera
de sombras encendidas.
En la penumbra el ciego
mejor se desenvuelve.

Por ti renuncio a mí.
Por ti renuncio a todo.

Cansado estoy de suicidarme siempre
contra el corazón de tu ausencia
y encontrarme en la voz de caracolas
después de un resaca.
Es el único modo
de retenerte por ahora.

Me siento preso donde no existe cerradura.


NIEVE

Cuando cae la nieve,
me arrojo solo a la intemperie
sin paraguas y sin abrigo.
Nunca he tenido miedo de mojarme.
Por ti me empapo hasta los huesos.
¿Qué importancia tiene un resfriado
cuando estornudo un nombre femenino?
A la fiebre no tengo miedo.
La carne en mi cuerpo se hace fuego.
Así suena la nieve
cuando yo deambulo
descalzo por la calle
sin importarme nada,
sin importarme nadie.



ALEJANDRO PÉREZ GUILLÉN, poeta, narrador, crítico y periodista español, nacido en Benalup-Casas Viejas, Cádiz, en 1973. Es Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Cádiz y es responsable de la Biblioteca Municipal de Benalup-Casas Viejas. Ha sido columnista del Diario de Cádiz y de La Janda Información, así como crítico literario en El Faro, de Motril. Participa como analista de textos literarios en el portal comentariosdelibros.com. Presidente de la asociación cultural Partenón o Ruinas de la palabra, codirige -junto a Francisco Alberto Sánchez Mazo-, la revista del mismo nombre. Ha publicado: Entrevista con la palabra (1997), Sueños de hadas sin hada madrina (2003), Tardes en fuga (2005), Monedas de papel (2006), La otra realidad (2009); Matar a Narciso (2012) y En manos de Orfeo (2014). También es autor del libro de los cuadernillos El cadáver dormido de la historia y Tardes en fuga.

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