3 Poemas
Me quiero ir a casa,
quiero volver a estar en casa,
quiero abrir los ojos y estar en el agua.
Hay que irse para volver,
hay que morirse para nacer
y quiero irme a casa
quiero el lugar donde voy a sobrevivir.
La casa esta colmada de inercia,
histeria y gritos
tiene paredes negras,
y yo estoy en un hotel de paso,
no parece una casa,
parece un hotel de viaje corto.
Defecto, miedo:
La casa de Yves,
casa tomada,
la casa de Bernarda Alba,
la casa desaparecida ,
la casa de la poesía ,
la casa- da infiel.
Todas estas casas parecen mirarme
el paraíso de las paredes de alguna casa.
La altura de los techos...
–Mi casa se parece más a la jaula de Alejandra–
Quiero irme a casa,
vengo de un lugar parecido
pero no es mi casa.
De donde vengo las vigas parecen romperse,
la tensión esta sobre los techos.
Trepa, trepa, trepa,
a mí, a mí, a mí.
Quiero encontrar la casa que me vio nacer,
en donde recordar mi habitación estuche,
mi patio acomodado,
y mi pelopincho con piso de arena.
2.
«El invisible-sin peso, sin dimensión,
sin sombra errante transparencia para quien habían
dejado de tener un sentido las vulgares nociones
del frio o calor, día o noche, bueno o malo-...»
Alejo Carpentier, El arpa y la sombra
Lo habitual:
El desgaste en los ojos,
la predisposición a salir,
los besos que salen como fantasmas de las bocas,
el olor a tabaco muerto.
Todo explota: hasta el huevo poye que interviene en el playón de exposiciones inútiles, de malas informaciones, como el noticiero de la tarde.
Del ir y venir en la noche de sexo compuesto de joyas ahogadas, de diamantes en bruto, de las sabanas recién planchadas, del olor a hollín interviniendo en la plaza del querer.
El hundir, el pensar el mundo que nos borra del mapa, de la vida, que no engendra.
de los viajes por los mares de Guatemala, del perdón en los ojos sobresalientes de alguien necesitado: del trato en la boca, de el verde hundirse en una telaraña en donde el animal está en la red.
de trepar hacia las patas traseras del insecto para que explote en un raso violeta, para cubrir los sillones, los otoños , las primaveras.
Salir a la calle y contar las bocas que se tapan con luciérnagas, con luces incansables, abrimos la boca y hay luces , luces verdes y amarillas, que salen, salen y vuelan , vuelan , se van al otro
trópico, descienden en las selvas tropicales.
Engañó al hombre, se impresionó por la desnudes de las arañas, de las mujeres con senos dorados pero sin oro.
Se ilusionó con la noche, con la lluvia, con toda la tierra mojada, con las tormentas, con los versículos.
Se acostó con la indomable, la engendradora, la que tenía el oro, el amor, el terciopelo, el viaje a conquistar.
03. CIRUELAS
Yo era una ciruela a punto de entrar en el vestido del desengaño.
Mamá me decía que las ciruelas manchaban, que hay que tener cuidado.
Pero las ciruelas se me caían y volvían al lugar del hilo y la tela recién comprada en la plaza San Martín.
Mamá me decía que los vestidos de lino atraían al desengaño , a las manchas de las ciruelas que aún no están maduras.
El rojo opaco de mi cara desecha por el sol, las ciruelas frescas en la tarde sofocante de verano me vaticinaban el desengaño.
El rojo me lastima con pasiones injustas, mis vestidos se manchan de olor a ciruela de olor a sol, de pelusas de mi piel de naranja.
¿Quién cree en tu amor redondeado con ciruelas de cal? ¿quién cree en tu amor iluminado por el sol de una plaza desierta?
¿Quién cree en tu caricatura de niño bueno , saliendo a jugar con el sol del mediodía?
El agua era mi arma para esperar a la noche que traía suspiros , pantalones cortos y olor a perfume nuevo.
Ahí entendí todo.
Las ciruelas cambian a la noche
con el lucero.
II
Cantando lagañas, muriendo pérdidas: entibiar el instante para pensar que todo lo demás viene.
El alma, cantando encrucijadas, no se apiada ni de mí, ni de la otra.
querés que diga miedo: Olvido.
querés que diga rencor: Vuelo de pájaro
querés que diga dolor: Salto al vacío.
querés que diga muerte: miedo, miedo y más vida.
querés que diga arañas: Naranjas, verde azul, mandarinas, mariposas en la telaraña del orgasmo, frutas rojas comiendo las heridas de los años.
Saltar, saltar hasta morir y ver el rojo miedo vestirse en una bola de antojos, de cáscaras de naranjas, rojo, rojo caramelo del deseo.
El viento pelándome la cara,
el río, y el olor a sol
y el verde que no viste nunca.
FLORENCIA GIUSTI. Es de la ciudad de Rosario, Santa Fe, Tiene 22 años, cursa actualmente el 3 año de la carrera de Letras en la Universidad de Rosario. Ha participado en ciclos de lectura de su ciudad como: Poetas Corrientes y Poetas del Tercer mundo. El año pasado participó en la muestra de poesía anual “La juntada” que Organiza la APOA en Buenos Aires. Tiene un poemario Estuches aún inédito.
1 comentarios:
Me encantan los poemas y por eso es un placer disfrutar del trabajo de grandes de este arte. Como hace poco me compre los Vuelos a Fortaleza quiero conseguir un libro de poemas para tener durante el viaje
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