Maríaluz Albuja

By | martes, abril 16, 2013 Leave a Comment


Maríaluz Albuja Bayas
3 Poemas


1.


El frío me araña los huesos.
Padre, me has desterrado.
Voy en busca de un lugar para quedarme
y sólo me encuentro con las colinas donde se eleva tu casa en el horizonte.
No sabes que ya no soy yo
que hace tiempo me dejé esperando un tren que jamás llegaría
que una tarde me abandoné en un mercado repleto de gente
mientras mi boca se perdía en las delicias de la fruta.
Ahora tú me echas.
Pero no sabes que ya no soy yo
que hace tiempo me abalancé bajo las ruedas de un coche
que una mañana desperté en otra tierra
y sólo volvió mi vacío.
A veces me espanta la noción de mi cuerpo
llamándome desde ese lugar al que no tengo acceso.
Sin embargo pueden ser bellos el destierro y el abandono
como lo son las gotas de sangre en el cristal destrozado por un puño.
Como lo es mi dolor brillando en la oscuridad.
Él será la tierra ambulante que habrá de sacarme a flote
cuando todo lo demás comience a hundirse.
Me has desterrado, padre.
Tal vez sea justo.
Pero hace tiempo que ya no me importa saberlo.


2.


Les temo a las palabras porque no me sirven
porque ignoro de sus intenciones lo voraz
lo prematuro.
Porque me niego a suplicarles
y soy, sin embargo, la esclava que les besa las sandalias.

Le temo a la llegada del poema
porque viene rodeado de ausencia
porque sus bordes quebradizos amenazan con desaparecer entre mis manos
porque si lo miro a la cara se deshoja.

¿Qué hiciste, madre, para llenarme de palabras?
¿Por qué no es posible el silencio?

Le temo al cuerpo que no entiende lo que digo.
A su lenguaje atroz le tengo miedo.
A la amenaza persistente de una muerte que no me abandona:
pájaro revoloteando alrededor de las naranjas de la carne
hermosa golondrina que endulzará su lengua con mi néctar.

Mi cuerpo se parece al tuyo, madre.
Pero siempre seré hija para ti.
La hija mayor.
Primera en desgarrarte
y en dejarte
nido abandonado a medianoche
en el enorme graderío que no termina
que no calla
que no escribo.

Le temo al final del poema
a la súbita desdicha en sus ojos
a los vacíos que lo perforan como balas atravesadas en un tronco a punto de caer
a las imágenes mudas que aprietan su cuello
y agitan mi entorno que no logra desprenderse de ellas.

Le temo, madre, a tu angustia
y a las palabras que me enseñaste
porque no son las que quiero.


3.


No soy yo
ni soy esto que escribo.
Tampoco soy la sombra de lo que habría querido ser
o escribir.
Menos aún, mi rostro en el espejo
fiel a su imagen
desde hace cuánta soledad en los relojes.

No soy la madre de tres hijos
ni la mujer de un irlandés americano
misógino
anarquista

ni el fantasma de mí
ni la serpiente en que pensé me había convertido
(en los poemas para Ulises
tú lo sabes).

No soy mis manos
aunque me llama la atención su tosquedad
y su simpleza.

No soy el poema que sigo esperando en las noches despejadas
-como caído del cielo-
y nada tengo que ver con ésa que se sienta a leer versos en la mecedora.

Pero me he acostumbrado tanto a mí
que tengo miedo de perderme

aunque, en verdad, no pierda nada si me esfumo
si mis sentidos
mis ideas
mis terribles presunciones
hacen un pacto con la muerte
a mis espaldas.

Tal vez por eso
mi pequeño personaje
inútilmente se entretenga en fantasías y supuestos…

Intimidado frente a aquello que sí soy
no puede más que alucinar
por si le creo, nuevamente, sus mentiras.




MARIALUZ ALBUJA BAYAS, nació en Quito, Ecuador, en 1972. Es autora de los poemarios Las naranjas y el mar, Llevo de la luna un rayo, Paisaje de sal,  La voz habitada (en coautoría), La pendiente imposible, obra premiada y publicada por el Ministerio de Cultura del Ecuador y Detrás de la brisa, mención de honor del premio César Dávila Andrade. Su obra ha sido parcialmente traducida al inglés, portugués, italiano, francés y euskera. Forma parte de antologías y publicaciones en América Latina y Europa. 

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