Rosario Geselj
Tres Poemas
ACCELERATOR
Surgiendo de un reflejo desnudaste mi caos, nuestro amado infierno al que llegaste rasgando cada capa de piel, entregué a tu ser el mío por completo, hasta donde llegaba a sentir, hasta donde llegué a sentirme, rota, desangrándome desde lo que creí mi todo, cayendo al onirismo que me vació por un instante de esa presunta muerte: no había Vos porque mi realidad no te tocaba, no veía más que un diferente al que me construía, y nos di muerte. Caí al silencio hasta que involuntariamente decidí reincidir, para encarnarte desgarrándome la carne, pero sólo pude construirme nuevamente de a pedazos, no era Yo: algún Vos, Otra, Ellos, todos ebullían en mi cuerpo de a ratos, haciéndome imposible, pujando todos por expulsarme hasta que así lo hubieron hecho, hasta que hubieron tomado completo poder, y sólo pude callarlos empuñando mi segunda espada, la blanda, que devuelve los espíritus al otro día al simplemente posponerlos. Mi agonía duró una hora de acoso, ese incendio, vómito ardiente que ya antes me había mostrado las puertas de perderme, en aquél que casi me pierde vagué hasta que otra desertización tomó lugar, dejando siempre restos que me fueron extirpados manualmente, restos que drenaron de mi origen, de mi fuente apuñalada al sentirte ausente, restos que se fueron brevemente en un éxtasis confuso, desconocido, entre pisos sucios, mentes sucias, paredes sucias y una imagen demente de lo que quise hacerte.
Había visto desde cerca la luna de esa noche asesina, anhelando hacerla mi hogar y llenarla de mi inexistencia para sentirme, al menos, creciente en mi afán de menguarla. El amanecer trajo segundos de calma, de mí, alimentándome con consuelos que yo le entregaba y me devolvía, preguntándome una voz cuál era el asunto, sin poder responderle por buscar tu respuesta; y me hallé otra vez en mi tumba, sin que oyeras me sumí otra vez en mi vano sueño, fantaseándote puro, infante, fantaseando protegernos, sintiéndonos entregados, sabiendo que yo misma te había gestado, cayendo luego, sin embargo, ante las mismas garras en que te pensé mientras me corrompía y desgarraba otra vez mi carne.
El despertar fue siempre un suplicio, el más cruel, más aún en conocimiento de haber querido asesinarnos porque la realidad me encontraba otra vez vacía, otra vez buscando espadas ante la nostalgia de mi Ser, mío siendo tuyo, rogando una ínfima devolución a mi vivir, una ínfima gota de mi nada atesorada, esa nada repleta que me fue entregada, por primera vez en nuestra existencia, al adjudicártela primero, al tener certeza de tus átomos, de tu invisible.
Surgiendo desde lo irreal te concretaste en la carne más pura, rota, también rasgada, también verdadera como Yo ahora, en mí y en vos, haciéndonos reales y haciendo real mi miedo, para poder descuajarlo y regalarte esto, y regalármelo, para poder sabernos Todo por haber sido Nada.
LAS HORAS
Ella seguía el latir de las agujas repitiendo
“cada segundo que pasa no vuelve”
La aterraba lo perecedero del momento
La muerte del instante
El miedo con que cada vida
Va hacia donde se agota
Sin pausas, sin remedio
Con la muerte como único horizonte
Como cuando los ojos corren hacia atrás
Y llenan su forma de cualquier aire
De cualquier viento que atraviese su
Recorrido de cada imagen que dé a su cuerpo,
Aquél que no se reconoce
Más que por antítesis de otros,
Aquél que no florecía
Más que con aullidos
Y se encuentra en espejos rotos
En esos que recubren la piel por dentro
Y se temen.
Ella seguía el latir de las agujas
El tiempo la espantaba
Porque le corría por encima de la mente
La dejaba bajo el suelo de lo que arde
Y en su fuego no se halla
Más que vacío
Construyéndose de memorias suyas
que eran de otro
Como mías
Como propias
Como un pánico de saber
Que todo está del otro lado
Pánico de no Ser
Y entre cielo e infierno
Entre el Uno y el Otro
En el centro donde el equilibrio se sostiene
Ella duerme profundo
Con un costado despierto
Intacta, intocable
Como si los camiones de los segundos
Jamás le hubieran arrollado el alma
Y nadie más marcara el latir de las agujas.
INVISIBLE
Me penetra idílico, profeta, al confesar yo mi más oscura y pasada transparencia como carta natal, al conocer él los sitios donde vivo, donde pierdo, donde escapo. Me penetra sin consenso, adivinando, por haberme desnudado. Perdona el sedentario raciocinio que dificulta estas ventanas entregadas, perdona mis tantas: la Una que nace de mi vientre inmaculado abortándose a menudo, aquella otra que ha dejado libre acceso a mis rincones, sobre todo esa fuerza innata que me arroja a la incredulidad. Perdona mi vicio, mi lapsus inexacto, sin mi falta y con abismo, donde átomos se chocan y fusionan divididos, declarándole la guerra. Perdona la intermitencia que en este triángulo ya no cierra, mutante predilecta.
Asumo que busca mi presunto extirpado, mi tentación negada que se filtra en su deseo a simple vista, aún vestida de teoría, de farándula, aun borrando toda noción.
Asumo que desconoce más allá de la teoría, que de carne nace carne y sabe hundirme. Sé que muere, detrás de estos pasillos, mi esclavo al poseerme. Sé que jamás cedo al burlete cuando se me filtran, entre estas ventanas entregadas, quienes osan verme.
ROSARIO GESELJ,es una escritora argentina nacida en 1995, en General Las Heras, Provincia de Buenos Aires. Estuvo a cargo de la sección Arte en Revista Sandía (Argentina, 2014) y publicó en diversas plataformas digitales. Participó de varios ciclos de lectura en el Bar Cultural Emergente y La Vieja Guarida, así como también de un Slam de Poesía Oral en La Oreja Negra, leyendo textos y poemas de su autoría. Su obra poética aún permanece inédita.
2 comentarios:
Preciosos poemas. Una bocanada de aire fresco en un arte cansino que se repite excesivamente, mientras el mundo y quienes lo miramos, vamos cambiando
Felicidades, Rosario.
...con todos mis defectos y renuncios soy tu padre, y me sorprende encontrarme asomàndome a la sima (cima) de tu espìritu a travès de lo que escribìs, y no de lo que hemos hablado entre nosotros -hay cosas que no se dicen, que no pueden decirse-... Aûn asì, Rosario (Mary), hay algo en vos y en tu mirada de las cosas que es indeciblemente lejano y a la vez, humano y pròximo. Una especie de panteìsmo del yo: reina de tu propio bosque interno, poblado de contraluces, fèrtil, libèrrimo. Por favor, dejà siempre que ese mismo bosque se extienda hacia afuera y cubra la aridez que, de a ratos, se obstina en cubrirlo todo. Te quiero, indeciblemente.
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