Foto © de Enrique Solinas
Ana Cecilia Blum
Lejos de lo urbano
y otros poemas
y una presentación por Enrique Solinas
La poesía de Ana Cecilia Blum (Guayaquil, 1972) es una de las producciones más interesantes que nos puede ofrecer hoy la poesía ecuatoriana contemporánea. Con gran dominio de la forma, su poesía se inscribe en la tradición de la poesía escrita por mujeres en Latinoamérica, donde el género es el centro de este universo y así, de esta manera, el yo poético intenta expresar desde lo que fue, aquello que es y lo que mañana será.
En este recorrido que podemos realizar a lo largo de sus libros, el sujeto de la enunciación intenta constatar las formas que lo construyen, afirmando, probando o negando su condición. Entonces, la metáfora y la imagen funcionan como disfraces que intentan definir la esencia de ese yo poético que existe en la constante búsqueda de aquello que llamamos realidad.
Ver y sentir son las percepciones que dominan el discurso y se fusionan para poder decir lo que el sujeto de la enunciación desea. Y en este sentido, la naturaleza es el escenario apropiado para la concreción de este universo, donde el poema se realiza o transmite la fuerza original con que fue realizada su creación.
Poesía humana y profunda, coloquial y universal, afectiva y objetiva. Los versos de Ana Cecilia Blum acompañan el ritmo del mundo con la solidez, la seriedad y la belleza, de quien ya ha recorrido un largo camino y ahora es tiempo de cosechar la siembra.
NOSTÁLGICA
Son las seis de la tarde y no hay nadie a quién decirle
venga para tomarnos una taza de chocolate con rosquitas.
El portal está escrito con los relatos del bisabuelo,
cuentos de aparecidos que iluminaron la infancia.
Las sombras crecen en las jorobas de la noche,
los coyotes muerden el tesón del viento allá afuera.
Un tren en la distancia, yo soy ese tren,
descendiendo las crestas de cañones.
ÁRBOLES DESNUDOS, HOJAS SECAS
Soy
una vela de cien llamas
consumiéndose
en la anarquía de sus argumentos
mientras la modesta
belleza muerta del otoño
observa.
MÍSTER MERLOT
Inúndame de levedad. Acuéstate, estírate, riégate.
Contigo no importa de dónde vengo, hacia dónde voy
o de las hojas secas que están hechos los huesos.
Camino en el silencio del hielo,
nada hiere, nada molesta,
nada acusa, nada quema, nada persigue.
Casi no siento mi cuerpo y me encanta.
Todo es etéreo y no arrastro
atrofias de acero.
VOCES DE AGUAS
Río parido del deshielo,
acunado en el vértice de la roca,
en la boca de la roca, en el muslo de la roca.
Río que llevas la memoria del invierno,
la saliva del oso, el salto del salmón,
la reverencia del venado.
Río que hablas en tu lenguaje de glaciares.
Yo entro en ti y mi pie se sirve de tu beso frío.
Río que pierdes tu cuerpo bajando por los pueblos,
te encarcelan, te asesinan, te consumen.
Río que ya no eres río, nunca más río,
río que ya no llegas al mar.
ÁRBOLES DESNUDOS, HOJAS SECAS
Soy
una vela de cien llamas
consumiéndose
en la anarquía de sus argumentos
mientras la modesta
belleza muerta del otoño
observa.
DEL RETORNO
Hay calles que te llaman,
vidas que te llaman,
metáforas que quieren coagular tu nombre,
y una casa, en ruinas, pero tu casa.
Ya es hora de ordenar los versos,
desempolvar la biblioteca,
devolverte a la quietud de la palabra.
No temas, que el retorno
jamás te quitará los elefantes,
la ballena, el oso pardo,
la montaña, el tornado, los saguaros.
Ellos, serán siempre en la memoria.
LA QUE SE FUE
Camina en otras calles.
Sucumbe en otra lengua.
Lejos de su casa,
escoltada por el anonimato,
con la alforja vacía de país y herencia
asiste
al velatorio del espejismo.
Entre los monumentos de la muerte
ha olvidado:
de qué savia está hecha su sangre,
de qué oficio se yerguen sus huesos.
No quiso retornar cuando pudo,
es tarde
para alcanzar las carabelas.
Lo que dejó
se lo comió el apetito de la ausencia.
Volver al mismo mar
es volver al desencuentro.
TODOS INVENTAMOS MADRUGADAS
las olas
como mujeres excitadas
golpean la roca
qué gotas de tiempo
se llevan las estrellas
hemos bebido todas las aguas
ya no hay sonrisa de corales
ni espacio en el ojo de la ballena
de la cima a la sima
solo queda
el fuerte abrazo del arrecife
LAS NIÑAS BIEN
(Puerto de Manta, playa El Murciélago)
Con la nieve asoman
las mañanas junto al mar de Manta
cuando el colegio apestaba
y nos íbamos
a patear las olas
entre sorbos de ron.
Debajo de las palmeras
los quiosquitos fueron
cocos inmensos
y las chicas de colegios nocturnos
que allí atendían
nos regalaron
el ojo de la envidia.
Si acaso hubiesen sabido
que detrás de nuestro buen nombre,
detrás de nuestras risitas
y poses de clase,
adentro, en las mochilas caras
se agazapaba la miseria.
Allá en el Murciélago
hicimos juramentos de olas:
largarnos algún día.
Ahora, lejos
en estos campos de greñas gélidas,
recuerdo esas arenas calientes
donde el sol se divertía
y nosotras nos pasábamos
el último cigarrillo...
EXPECTATIONS
La mala hierba
crece en todas partes.
A veces
el fuego de la razón llega
y la extermina
pero hay rituales
que nunca mueren
y entonces
la mala hierba
vuelve a crecer.
LEJOS DE LO URBANO
Adentro, en el bosque
junto a los lagos, sobre la arena,
despiertas a media noche
bajo el conjuro de la vía láctea,
ves la marea empinada de los astros
abrazando tu cuerpo,
cortando el silencio de tu sueño,
salvando tu existencia.
LA MAJADERA
Yo, no canto avemarías los domingos
y los únicos rosarios que llevo
son las pepas de oro que cuelgan de mi ombligo.
Yo, que desde la vida
hice algunas citas con la muerte,
jamás le tuve miedo a las palabras
tampoco a los infiernos.
Yo, no soy la hija buena, la mojigata,
la que habla bajito, llega antes de las doce,
recibe los sermones en silencio,
y carga el vientre hinchado bajo el traje de novia.
No, yo soy la otra,
la irreverente, la sarcástica,
la que maldice de frente,
se bebe a tragos la medianoche,
danza sin ropas hasta el otro día
y viaja con las sabias yerbas de la tierra.
Yo, no oculto placeres,
y cuelgo de las estrellas los trapos,
–los sucios y los limpios–
porque nunca supe cómo se esconde de uno mismo,
cómo se esconden las risas que rompen las copas de vino,
o los chistes que hartan de rojo los cachetes,
o las lágrimas que revelan los abismos,
o los versos que ofenden con ganas.
Yo, ya no me tapo los brazos torcidos
con las mangas largas que exigía la madrastra;
y me niego a ser la mujer de las vitrinas,
de las cenas perfectas y de las intrigas a tiempo,
la que prepara dulce de higos
mientras arrulla pañales llenos de mierda,
no, esas exquisiteces no van conmigo.
Yo, la que nunca quiso aprender los nombres de las calles
porque saberlos implicaría caminarlas para siempre,
un día, agarré dos maletas sin preguntar a dónde iba,
rompí sobres sin abrirlos,
tomé más de un avión equivocado,
chamusqué lazos de sangre,
escupí en recitales, trabajos y salarios,
deshonré los juramentos,
lancé puertas en la cara
y me embriagué con el vacío
ANA CECILIA BLUM, Poeta, Ensayista y Narradora, nacida en Guayaquil, Ecuador, en 1972. Grado y Posgrado en Ciencias Sociales y Literatura, respectivamente. Autora de: Descanso sobre mi sombra (Poesía, 1995); Donde duerme el sueño (Poesía, 2005); La que se fue (Poesía, 2008); La voz habitada (Co-autora, Poesía, 2008); Libre de espanto (Poesía y Prosa, 2012); Todos los éxodos (Antología Personal, 2012); Absurdities (Ficción Breve, 2013); Poetas de la Mitad del Mundo. Antología de Poesía escrita por Mujeres Ecuatorianas (Co-Antóloga, 2013). Varios de sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, italiano y portugués; consta además en antologías ecuatorianas y extranjeras. Es invitada a Festivales Internacionales de Poesía, como por ejemplo, XXII Festival Internacional “La pluma y la palabra 2014”, Washington DC, al XII Encuentro de Escritores Iberoamericanos 2014, Salamanca, etc. Es directora de talleres literarios; editora de la gaceta literaria Metaforología; trabaja en difusión cultural y escribe para varias revistas digitales.
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