Ivan Rusch | El Insomnio de Borges y Otros Poemas

By | miércoles, julio 20, 2016 Leave a Comment




EL INSOMNIO DE BORGES 


El insomnio de Borges era de entelequias y fierro,
de aborrecidos cantos de pájaros, de falsa inmortalidad:
Mi insomnio es de puro mortal, de pulso detenido,
de hambre con hambre y de preguntas sin signos:
De olor a perro en la cama, de mugre en la cocina:
De dolor en las muelas y ojos hirviendo:
Mi dolor es mi insomnio:
El de Borges estaba lleno de soledad,
el mío de presencia,
presencia mía o de alguien que dice ser yo,
ambos poblando un lugar indeseado,
pero su lugar estaba henchido de palabras y diccionarios,
el mío adolecido por falta de silencio
(saturación de significado):
Mi insomnio está demasiado lleno de mí mismo,
y no del destino de los hombres:
Es egocéntrico como mi tristeza,
un yoísmo constante:
Un espejo que se mira para reconocer a quien refleja:
Mi insomnio se caga en la historia universal,
pues el universo es suyo:
Y con él todo el dolor que en él cabe:
El insomnio de Borges era causado por lo ajeno,
por la enorme realidad que no podía abarcar:
Mi insomnio, en ese sentido, no sea quizás tan diferente:
Pero mi lenguaje es primitivo,
pequeño y lleno de otoño sin amor,
y no puedo expresar en unas líneas
cómo llegó Borges a permanecer insomne por siempre,
hasta escribir este poema que es el de aquella noche de Burzaco,
sólo que agotado por las palabras que se le escaparon
se repite sin abalorios ni pretensiones
en este cuerpo doblado sobre la misma página,
la misma noche.


LAMENTO Y REEMPLAZO


Si hay formas de reemplazar mi vida:
Por un milímetro de paraíso, o escombros de la civilización:
¿No sería esa una forma de paraíso?
-Las preguntas del siglo.
-Nadie las ha hecho aún.
-Un griego fue pretencioso.
Y llevar como ladrillos atados a los pies
el peso de los humanos:
Duelen, ergo, no puedo ignorar su conciencia:
Reemplazarme por una oruga, un lirio casi muerto:
¿Y esta pretensión?
Significado y significante,
meras limitaciones del animal con idioma:
Pero no son eludibles:
Porque estás en el cerco humano:
Reemplazarme por un caballo sin sangre,
el cabello de una diosa:
Y el laberinto no hace más que cerrarse,
aunque la mayoría piense que se expanda:
Pero el universo es magnánimo,
y va hacia ambos lados,
infinito se expande y contrae:
Y el paradigma humano será pronto inclasificable,
apenas conciencias procesando datos como unidades aritmético-lógicas:
¿Y entonces qué poema o ensayo podrá seguirles el ritmo?
El silencio de una galaxia quizá logre comprender:
El silencio:
Si hubiera formas de reemplazar mi vida
sería ya demasiado tarde:
Un sol reventando a una cantidad incalculable de calor
y la tierra desolada:

Ningún hombre de pie para contemplar su propio final,
ninguna vida inútil para reemplazar:
Hasta las próximas aguas y los próximos angustiados
de rodillas frente al lenguaje nuevo:
Otra vez.



LAS HORAS AJENAS


En las tierras del olvido todo se recuerda,
pero ajeno:
El sol invertebrado se duele de los dolores
que aquejan a los huesos de sombras alargadas
que se arrastran tras los pies de ancianos sin dios:
Una luna roja, negra o roja o ambos, o ciega como quien la mira,
mira a su vez la otra luna reposada en un estanque dormido:
Sabe que los poetas la han condenado a ser una metáfora,
y recuerda sus miserables esfuerzos, vano en lo vano:
Los niños, las sobras del remordimiento adulto,
juegan en el agua cuando el verano aprieta,
y una angustia repentina los ataca,
pues desdibujan la cara misma, la pálida y solitaria cara,
de ese cielo que quiso dejar las alturas por un poco de tierra:
El oro soterrado en el pecho de los relojes,
soberbios reyes del significado que ningún animal conoce,
sirve en lentos ruidos los segundos y los días,
devorados febrilmente por la rutina sórdida de los olvidados:
Tiempo y forma se presentan con cadenas y plumas,
imposibles en el vuelo tanto como en el yugo:
Las costas henchidas de basura se duelen de la otra resaca,
la que el mar se lleva para sí mismo, hacia dentro:
Quizá para recordarse, quizá para olvidarse:
Y en la flor que reina inviolada en el eje de toda pertenencia,
te dicto aquí mis días recordados por algo o alguien,
mi lamento sin mi cuerpo
en un día que no he vivido.


EL DESTIERRO DE LOS DIOSES 


Los sin nombre han sitiado la ciudad,
y corren las almas en ruinas a rearmarse donde el sol, en los cerros:
Agudas son las noches del entendimiento y la razón,
bañan los huesos y los duelen, orean el insomnio
con su oscura fábrica de metales, donde las estrellas son esclavas:
Todos se escapan de la noche,
se van hacia dentro de sí mismos o hacia fuera del otro:
Nombrar algo es existirlo:

Lumbres amarillentas y señeras bañan delicadamente
a las damas hermosas, a las diosas tigre que reposan
sobre el pecho del tiempo,
tiempo de costillas rotas que yace herido,
y se lame las heridas en el prostíbulo de la memoria:
La sangre de los hombres cristalizada,
detenida por el deseo de los inmortales,
que reclaman de la carne lo virgen:
Nosotros detenidos como estatuas en la rutina de la sangre,
abriendo heridas, cortando los miembros de la gran rosa,
quemando todo aquello que fue bautizado,
pletóricos de fuego, desgarrando la vida de lo nombrado:

Los dioses no han muerto, se han escondido en áticos
y cavernas imposibles en la infinitud del universo,
en infinito exilio,
desde donde observan asustados, temblando, casi humanos,
al animal que todo lo nombra.


LA NOCHE 


La noche nos muestra las costillas entre los rayos, famélica, polvorienta:
Llena de la esperanza de los hombres, y por lo tanto vacía:
La esperanza, que sólo da sed, porque es como el agua del mar:
Es la esperanza eso que respira el animal que duerme donde lo oscuro,
los latidos de la cabeza, pensamientos, certeza de la carne:
Quien es consciente de la noche es consciente de su dolor:
Los brazos que duelen, mordidos por los lobos de la cervicobraquialgia:
Los analgésicos y los antidepresivos que retumban en la caverna de la boca:
Y nada es suficiente, porque la noche está despierta,
y nosotros de rodillas o sobre el costado donde la lanza:
Hombres vacíos, chupados de remordimientos:
Pero la noche sabe quiénes somos, porque nos ha parido los miedos:
Y se extiende sobre nuestros huesos que tiemblan, huesos sin esperanza,
y de repente no tenemos piel, sino noche:
Y la noche es oscura y cerrada,
y las estrellas son cicatrices de dioses muertos:
Y sobre el osario nocturno yacemos prometidos del alba ya muerta.


TODAS LAS COSAS HERMOSAS


Salgo al espacio que no puede contener todos mis huesos:
Escribiré poesía aún cuando he afirmado que la poesía es inútil:
Pero inútil es también vivir, y sin embargo se sigue,
pues todas las cosas hermosas rielan con su música incierta,
esperan pacientes ignorando el círculo ajeno de los relojes:
Una vez, de pie sobre el arado, miraba cómo colgaban del cielo
las tristezas de la pasada tormenta, jirones de gasa blanca las nubes
limpiando la sangre del sol que caía:
La sombra de un hombre, alargándose desde el horizonte hasta mis pies:
El hombre que nunca sería, mas aún bello:
se recortaba su figura contra el muro de los sueños, lejos, muy lejos:
Una serpiente enrollada a mi brazo izquierdo, del color del miedo,
circulando tranquila sobre la piel erizada,
circulando por mi existencia como el río callado,
el río infinito y silencioso que tocaba los costados de una tierra estéril:
Y en él el agua hermosa, desnuda y sosegada,
imitando los rostros de hermosas mujeres
que regresaban del funeral de mi memoria:
Un cerezo regalado plantado en la boca de una niña,
niña que torcías cucharas con la esperanza y esperanzas con los ojos,
de bello encaje tu vestido, libre de zapatos, hermosa niña de los sueños:
Hermosa la lágrima de un venado muerto,
hermoso el latido de una manzana enterrada en el humo,
hermosa la montaña quieta sobre los huesos de la ignorancia,
hermosa la tierra mojada que entra en la boca,
hermoso el corazón callado que calla el absoluto:
Estelares pensamientos como truenos, rayando la noche inevitable,
la noche de la cabellera suelta y la imaginación rota,
los amantes huyendo como ratas a su guarida,
con los dedos azules y la boca fría,
desesperados por entrar al infinito en la hermosa noche
de hermosas carnes abiertas, meridianas, como flores hermosas:
Todo lo que huye de mi tinta,
inclusive la tinta misma huyendo
hermosa hacia sí misma:

Soy lo que está detrás de todo esto, observando cada cosa,
oyendo, con el oído suave de tanta soledad y belleza, cómo todo se existe,
cómo todo, a pesar de mí, se escribe y se existe:

Palpitante espejo que rutilas a la mañana
donde me despiertan todas las cosas hermosas.


DONDE JUEGA EL MUNDO 


El salón de juego del mundo, lo recuerdas:
Tu cara es como la tierra agrietada luego de las lluvias de verano,
rostro que aprieto sin violencia, para que no se quiebre:
Calles enteras, opulencia del vacío, sinfonías veladas,
acá y allá se pesan, como la novedad del miedo en sangre:
Nuestros días son santos, dijiste. Nuestros días
son como pequeñas partículas delirando en el yermo de la locura:
Y la luz, dijiste. La luz
es como la llamada final de un mundo que se ha quedado ciego:
La luz es su grito:
Lobos finitos, síntesis del vello antártico entre tus dedos de escayola:
Madre, padre, he aquí mi yo mismo, dijiste. Mi yo mismo
que es como la ausencia del miedo que los unió en el amor:
Yo, el inesperado, el inacabado, la espada en la niebla,
los dientes afilados de la tormenta, yo mismo mío:
Los bloques de los panteones que se caen a pedazos,
como cada recuerdo del humano probable (jamás el posible):
Un profeta asaz, lleno de ondinas en la cama de aliso, lleno de pecado,
gritando tu nacimiento sobre una estrella muerta hacia
tantos años que ni la luz puede recordarla:
Y te erguiste, indoloro, lleno de azufre y rabia,
y te proclamaste rey de todo lo que sobre ti se extendía:
Mas los días de gloria han pasado,
dejando sólo estatuas molidas donde palomas huesudas duermen:
Y en los escombros de tu reino juega el mundo entero:
El mundo que recicla los pedazos de tus sueños
para que otros los usen y sean tú jamás tuyo:

El hombre nuevo se erige sobre tus cenizas junto al cadáver del olvido.


EL MILITANTE 


La historia, esa viuda hipócrita que bebe té
con gordas sacerdotisas de la lengua y no se inmuta,
ha perdonado a Pound por seguir a Benito, a Grass su juventud rota,
ha ejecutado a Lorca por rojo, ha encerrado 15 años a Holan,
mis jóvenes contemporáneos son abandonados a seguir banderas ajenas;
Como gotas cayendo sobre los dientes de un piano podría contarlos
a todos ellos, escritores, militantes, al final resta la historia:
¿Me perdonará a mí, que milito al lado de la muerte?
La dictadora suprema, la que todo lo reina,
y sin embargo, su tarea es dolorosa,
teniendo que quitar a veces un niño de sus padres,
o un abuelo de sus nietos:
La he visto sentada, con la frente arrugada y la espalda erguida:
Cual dios orgulloso no deja caer una sola lágrima,
pero a veces, al apretar su mano, yo, arrodillado a sus pies,
siento el latido del mundo y el vacío del miedo:
Le pregunto si su cordura tambalea, o si está cansada de dictar
la imagen real de los hombres ante ojos de los hombres:
Sonríe amarga y aprieta mi mano:
"Sólo temo lo que sucederá cuando nadie quede sobre la tierra,
y mi mandato sea inútil, y la soledad eterna":
Comprendo mi futilidad y su destino de reina estéril,
y le digo que estaré con ella para siempre:

pero hasta lo eterno tiene algo para dejar caer.



IVAN RUSCH nació en Lomas de Zamora el 7 de Septiembre de 1986. Poeta argentino, fue publicado y reconocido por renombrados autores como Alejandro Schmidt (Palabra Argentina), Hugo Toscadaray (El whisky desnudo), Alicia Gallegos (Octavo Boulevard), Marcelo Augusto Pérez (Psicocorreo), Eduardo Fdez-Marto Machado (La torre de Montaigne) entre otros.  Publica de manera gratuita y de descarga digital su primer libro Trilogía del Hombre (2014), y de la misma forma, esta vez en la revista literaria colombiana Literariedad, publica su segundo libro El otro idioma de la muerte (2015). Actualmente se encuentra presentando Azul cristal líquido (2016), un libro de poesía que lo reúne con la autora Sandra Figueroa (Argentina, 1966), la poeta Zhivka Baltadzhieva (Sofía, Bulgaria, 1947) y el artista plástico Imaizumi Hidetaka (Tokyo, 1972). 

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